• 24/06/2020 00:00

¿Volver a la normalidad?

“Conciudadanos: los insto a que […] aprovechemos esta oportunidad para darle un radical y contundente golpe de timón a este arcaico modelo social, teniendo como único norte el bienestar del pueblo y la gloria de la patria”

Mucho oímos hablar de volver a la “nueva normalidad”, pero la forma de vida que esta representa está viciada de innumerables y serios desperfectos.

Dice el billonario W. Buffett, cuando la marea baje, nos daremos cuenta de quiénes se bañaban desnudos y vaya sorpresa, ahora se evidencia que este país está en cueros; nuestra realidad es pobreza, desigualdad y la inminente desaparición de la clase media. Los que somos de mentalidad liberal y prácticas capitalistas moderadas, tenemos que aceptar que, para tener un mejor futuro, es necesario cambiar de mentalidad y modelo de desarrollo, pues mantener el “statu quo” de la “normalidad”, provocará una inevitable crisis social. El nuevo modelo no solo requiere de una reactivación económica, sino también de prácticas que minimicen el individualismo, la codicia y el latrocinio para reemplazarlo por nuevos mecanismos de solidaridad.

Por fin hemos realizado que la distribución equitativa de la riqueza no es una práctica filantrópica de caridad, sino una necesidad que tiene la economía de mercado para poder desarrollarse con fluidez. Tenemos que volver al patrón de distribución de las ganancias en el cual los empresarios y trabajadores se las repartían, a partes iguales. Si logramos disminuir la desigualdad, el pueblo tendrá los recursos suficientes para consumir los bienes y servicios que produce la empresa privada y así no solo aumenta la productividad del país, sino también la satisfacción de vida y la felicidad del pueblo.

Recientemente, la exitosa canciller alemana, A. Merkel, manifestó: “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada”. Cierto es que en la “normalidad” hemos acostumbrado al inversionista, tanto local como extranjero, a que hay que premiarlo con algún tipo de beneficio fiscal y en algunas ocasiones asegurarle un mercado monopólico. La exoneración de impuestos la cedemos con la esperanza de crear nuevas fuentes de empleos y así justificamos la transferencia de recursos de los más pobre a los más ricos. Y, cuando es ineludible el pago de impuestos, siempre se traslada la carga impositiva al pueblo, mediante el incremento de precios.

No nos llamemos a engaños, el sistema capitalista moderado y de libre empresa sigue siendo el garante de un crecimiento económico efectivo, no hay otro. Sin embargo, tenemos que dotarlo de mecanismos para lograr mitigar la peligrosa desigualdad, lo cual implica, entre otras cosas, nuevas y duras medidas de fiscalidad. Convoquemos a las mejores mentes en ciencias económicas, para que nos diseñen una hoja de ruta para tal fin.

En la “normalidad” fuertes grupos económicos han implantado una competencia depredadora, destructiva y deshumanizada que ha provocado un enfrentamiento letal en nuestra sociedad. Si las pandillas del lumpenato “Calor, Calor” y “Bagdad”, se pelean el mercado de las drogas, las pandillas de cuello blanco se pelean, a muerte también, los negocios y principalmente, los multimillonarios proyectos que genera el Estado. De igual forma, estos mandamases, creyéndose Noé, determinan quiénes suben al arca del progreso y bienestar.

No señores, se acabó, este país no es propiedad privada de ustedes. Subimos todos o corremos el riesgo de destruir el país.

Estos poderosos grupos económicos, acompañados de una corrupta clase política, han creado una división de clases que es aprovechada por las izquierdas para pescar en aguas turbulentas. Izquierdistas, en vez de estar mirando hacia Cuba y Venezuela, esperando instrucciones, los insto a que miren hacia China Comunista, que, con ingenio, trabajo y capitalismo puro y duro, ha sacado de la pobreza a más de 600 millones de habitantes y es, hoy, la segunda economía del mundo. Aquí aspiramos a lo mismo y el presidente Cortizo ha manifestado, hasta la saciedad, querer destruir la sexta frontera, o sea la pobreza.

No podemos volver a la normalidad con la ineficiencia del Sistema Judicial. Conocemos, hasta el hartazgo, quiénes se robaron los fondos públicos, en dónde están escondidos, qué bancos lavaron los fondos, etc.

Señores magistrados y señor procurador: hoy, más que nunca, necesitamos esos dineros, el pueblo tiene hambre. Con todo el respeto que se merecen, por favor, actúen con celeridad. El pueblo clama por más justicia y menos derecho.

Como dice el insigne poeta: “Oh patria tan pequeña…” y así es, somos tan pocos que, sin lugar a duda, llegaremos a acuerdos y consensos, sin dificultad.

Conciudadanos: los insto a que nos unamos en un solo haz de patriótica voluntad y aprovechemos esta oportunidad para darle un radical y contundente golpe de timón a este arcaico modelo social, teniendo como único norte el bienestar del pueblo y la gloria de la patria.

Ingeniero y financista.
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